Ni humo, ni ceniza

Author: Gabriela Clayton /

Y para qué soñar si al final te destruyes, y todo te hace trizas. Algo en tu corazón se muere, se queda ahí hasta que los gusanos se lo comen, y aún así todo sigue pareciendo igual de ingenuo, un juego, inocente, no se aprende una lección, sólo se cae de nuevo por infinitas las veces. Mirando como se moja el suelo, y recordando como antes el alma fue partida en dos de un sólo tajo. La sangre en tus manos, y en tu boca, y en tus ojos, y en el suelo. Todo es el recordatorio del pasado. Nada hubo, nada fue, sólo rojo. Rojo como el de los cardenales que cantan parados en un alambre de puas, en un desierto sin agua, y sin risas, y sin nada. Los pies son grietas, la lengua no habla, está seca, y los ojos se han quedado finalmente ciegos.

Luego viene el recuerdo, y un pasto crece más verde que nunca. La ciudad poblada por voces y por música, conducen aún a callejones empedrados, sin salida. Nunca hubo salida, no se pudo fabricar. Y no se pudo poner alas a máquinas que simplemente no pueden volar.

Caminar, por una muerte pendiendo sobre la cabeza, con una muerte pendiendo de la rama más retorcida del árbol más nuevo. Joven, verde, débil. Cómo encomendarle tal misión a mis propios defectos.

Entablar conversación parece inútil, ya ni siquiera vale la pena el intento. Hay una pared blanca en la cual azotar la cabeza parece más llamativo. El pasado sigue asfixiando, el tiempo no ha transcurrido, éste se detuvo en cada cicatriz y en cada nueva herida, que son tantas que contabilizarlas es tarea imposible. Tantas cicatricez que de vez en cuando se abren, y supuran.

Y para qué soñar si al final es sólo eso, fantasías que se escapan de entre los dedos. Ni humo, ni ceniza, sólo vagos despojos de lo patético de la vida.

Tiempo

Author: Gabriela Clayton /

Las ramas de caminos que como un árbol son, se alejan, se alejan cada vez más y no podemos culpar su silvestre naturaleza mientras mi corazón cada día se vuelve más cimarrón imitando a la madera bruta que se retuerce encaprichada.

No podemos culpar a los días, y a la arena que se ha acabado en un reloj, no podemos culpar a mis cicatrices y a mis años no vividos que cargo como alas en mi espalda, unas heridas que no me sirven para volar, sólo para anclarme al suelo y se petrifican hundiéndome y rompiéndome la espalda.

El tiempo todo lo cambia, los estragos saltan a la vista y cada quien camina un sendero diferente, lo comprendo, lo acepto, pero no deja de dolerme.

Atrás quedaron las noches calurosas y las risas de los días. Qué hermosa despedida, no puedo pensar en una mejor.

Esa tarde que todo fue perfecto y me marché para seguir con lo mío como todos los demás. Así, en completa armonía.

Y me duele pensar que vendrán días en completa soledad, pero tan acostumbrado estoy al golpe que no me ha de lastimar tanto. Pero cansado estoy de esperar un sonar de un teléfono o un comentario, unas letras, un guiño, un suspiro. Una señal, que es más el humo de una hoguera que poco a poco se extingue y ya no puedo seguir atizando.

Porque si intento solo, caigo y no tengo quien me levante después.

No puedo decir, porque sería una mentira, que no agradezco nada. Lo hago y lo guardaré por siempre bajo llave, tan secreto, tan escondido, que cuando intente leer otra vez estas cartas no sentiré otra cosa más que la añoranza de los buenos años.

Una buena vida que terminó, hay que empezar otra, ¿será tan buena como esta?, no lo sé, pero hay que intentarlo. Aunque tenga que empezar de cero, aunque ahora no haya horas clase para apuntar con mi mirilla, aunque ya no haya juventud, ni gracia. Aunque no haya oportunidades como las que tuve.

Los caminos se bifurcan, y tal vez en su travesura se vuelva a cruzar.

Cómo es cruel el tiempo, pero en su sadismo es sabio y debemos afrontar sus decisiones, yo lo hago, yo digo adiós, aunque aun no comprenda el por qué, tal vez nunca alcance a entenderlo. Y aunque el corazón se me haga trizas, más añicos se me ha hecho a lo largo de este viaje y cansado estoy, igual cansado de esperar una muestra de devoción que de reírme incontrolable.

Es el tiempo, es lo inevitable.

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Lentamente...

Author: Gabriela Clayton /

Lentamente todo se derrumba dejándome el amargo sabor de lo que no ha sido. De los que no nació, de lo que murió en el vientre de una madre que se estremece y se estruja, se retuerce hasta morir con la mirada perdida en horizontes inciertos. Terribles.

Lentamente me voy secando, desmoronando mis entrañas y mis ojos grises arrancados por los cuervos azabache de tu mano de verdugo. Carcomiendo mi alma, buitres que del cielo descienden como diablos encendidos y destazan lo que queda y se pelean por un trozo de putrefacta carne.

Suenan tristes las melodías del llanto de una lejana jauría hambrienta y sedienta, que poco a poco se desbarata y el eco de sus aullidos queda. Clavados como agujas como si mis oídos mi corazón fueran.

Aun me queda el aliento corrompido de una promesa que es promesa porque jamás se cumplió. La promesa de estar de pie en el paredón esperando que escopetas y trompetas truenen en mi pecho, mirando. Mirándote cómo me matas, lentamente.

Lentamente me escurre por el cuerpo la vida que se marcha con paso firme pero austero, con temor... de jamás volver pero no querer regresar. Porque si regresa la traición a la hoja de afeitar sembrará el odio a mi fracaso.

Lentamente te perdono y te quiero. Te detesto y me dejo caer porque debo odiarte y no puedo.

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Si no soy, yo ya vendrá otro

Author: Gabriela Clayton /

Si no soy, yo ya vendrá otro

Si no soy, yo ya vendrá otro que con sangre sellará historias, que con fuerza golpeará bestias, que con risas matará tristezas. Si no soy yo, ya vendrá otro, y otro.

Otro que escriba desventuras, que se desmorone como arena, que desee parar de soñar porque el despertar es amargo y las calles sólo bruma. Otro que te ha de amar, que ha de desear morir antes de no tenerte, otro que persiga el sinsentido.

Si no soy, yo ya vendrá otro.

Porque sólo nos hacemos trizas lentamente, nada de lo que hacemos es realmente importante. Sólo nos pudrimos hasta finalmente dejar sólo las huellas en la tierra húmeda, de las cuáles el tiempo se encargará de llevarse.

Si no soy yo, ya vendrá otro al que has de despreciar y destruir, otro que se caerá de bruces al suelo y llorará repitiendo tu nombre, invocando a los dioses para que vengan por él, otro al que hagas polvo, al que mirarás con indiferencia mientras la vida se le escapa en terrible agonía.

Si no soy, yo ya vendrá otro que te quiera como yo lo hice, otro al que le arranquen sus alas sin anestesia, otro que pida que lo enseñen a volar nuevamente.

Porque si no he de ser yo, no importa, los nombres y las caras cambian, los ciclos tarde o temprano se cierran, se cumplen, caducan y se repiten. Porque si no he de ser yo, ¿qué más da?, alguien vendrá a cumplir mi –falsa- misión.

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Sin Título

Author: Gabriela Clayton /

después de una semi ausencia, algo cortito y sin título...

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El deseo egoísta de perdurar como el shock, el bárbaro que corta las cabezas de la sensatez, montado pues en un caballo de hocico sangrando. Los ojos clavados en la tierra, mirando dentro y mirando nada, la frente contra el suelo, pegada al frío destierro.

El deseo impulsivo de prevalecer como la imagen de Manet, como el hallazgo siniestro tres días después. La boca inundada y seca por igual, el olor a mugre y sudor, los pequeños trozos de hierro y plomo perforando narices y pulmones.

El deseo imprudente de desaparecer, mientras el resto del mundo sigue girando, primeros respiros y enfermos terminales que esperan la muerte, primeros besos y un último adiós de un marinero a su (quincuagésima) amante.

El sueño de no querer soñar, ni una sola vez más, cansado, harto, podrido y callado, no cometer el tonto anhelo de tropezar con piedras que se repiten como deja vús aleatorios. Mirar las manos cubiertas de tierra y limpiarse el lodo de las costras de heridas ya viejas.

La difícil decisión de moverse por inercia, de parecer que se hace inconsciente pero lo has pensado detenidamente, mil veces, un millón de ellas, y ninguna es una respuesta. Siempre hay preguntas que terminan por destrozar la cordura, preferir interrogar a asustarse al mirar los resultados. Nunca favorables, tampoco desastrosos por completo. Darse cuenta que uno se cae, se levanta, sangra, sana, mira sus marcas, cuenta su historia por medio de ellas y sigue caminando.

Primera Trepanación

Author: Gabriela Clayton /

Y un adiós

Author: Gabriela Clayton /

Y un adiós.

Un último adiós.

El mundo no tiene idea del millón de veces que he intentado escribir esto, y siempre fallo.

En todo fallo, y todo falla.

Y un adiós, último, desnudo y sincero. Escrito con las entrañas. Desde el suelo, hasta el cielo. Gritado, susurrado, escrito y borrado, desesperado e inútil, un adiós.

Fallecen los días, se caen las noches. Lloran las caras sonrientes. Esperanza valiente.

No soy valiente.

Caminar, eso es en vano, y correr sólo para caer por un barranco. La eternidad de un segundo, caída libre me es suficiente, veo todo con claridad. Lo entiendo todo.

Todo es fútil. Nada cambia.

No cambia ni aunque lo desee con todas mis ganas. Nada cambia.

Los días son días y las noches son noches. El sol ilumina y las estrellas titilan. Como ha sido desde un principio, como será hasta el final de los tiempos.

Mi primer respiro.

El último. ¿Por qué habría de ser diferente?

Cerrar los ojos. No ver lo que ya vi, ¿para qué?, todo es estacionario. Se agolpa y se encierra, se pudre y se beta. Se muere.

Abrir los ojos. Ver lo que no he visto. Visiones de gasa, alcohol y perfume. Alas doradas, canciones muy tristes.

Muy tristes.

Tan tristes.

Encorvado y con la derrota en la cara. Sangrando en cada letra, sanando en cada sonido. Dilo.

Soñando en blanco y negro, mirando en tecnicolor. Añorando... recuerdos que no existieron.

Pensar. Pensar me ha acabado. Pienso demasiado, nada en concreto.

Y un adiós. A veces. Siempre. Por siempre.