Sin Título

Author: Gabriela Clayton /

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Tengo las manos rojas y las líneas de un horizonte nevado preparadas para el amanecer. Un cuchillo al fuego para quemar los tatuajes de un pasado convicto. Y no me arrepiento de haber escupido verdades con aroma a vodka y tristeza. Tonto he sido al haber aterrizado un cariño infame en el corazón azul lejano de un Anubis vacío. Y ahora lo soy más por haber creído en un ángel cobarde y haberle vendido mi alma.

Qué me queda después de haber muerto de tantas formas diferentes, pero al final... todas ellas muerte. Qué me queda sin alma y orgullo, ni nada más que vender. Qué me queda después de hundirme en tus ojos café... ahogarme y rogando para que me salves, sabiendo que no lo harás.

No queda nada. Ni un camino hacía el nirvana, ni una esperanza remendada, ni un cielo roto que parece caer. Nada, un espacio infinitamente blanco, y mis manos rojas.

Tengo los surcos de una rabia desesperada cruzando mis brazos y, qué demonios, mi corazón también. Y me dan miedo y me recuerdan la peor de mis debilidades, el peor de mis momentos, el peor de mis amores, la peor de las vidas sobre esta tierra: la mía.

Tengo flores marchitas en un florero viejo y roto, y tengo ganas de correr a tu casa y zarandearte hasta hacerte entender... que no quiero odiarte, y no quiero tampoco perderte. Y mis deseos me consumen y las salidas se acaban. Pienso en morir por última vez, o vivir atado a un sueño de polvo blanco. Cualquiera de las dos terminará por desaparecerme, que de todos modos es lo que verdaderamente quiero.

Porque tengo una varita de sauco, una capa invisible y una piedra que revive a los muertos, pero no te tengo a ti. Tengo boletos para viajar al infierno, y tengo una fotografía blanco y negro, tengo un pedazo de Madrid junto a mi cama, tengo retazos de oro y plata. Pero nada tengo entre las manos.

Se me escapa como aire, y se me escapa el aire. Calles empedradas en picada y paisajes en postales, una tarde soleada y las mujeres que temprano van por la leche, niños corriendo, aves volando en secuencia, y una casa de cuento de hadas. Nada ha existido ni aquí ni en mi mente.

Tengo música, y hasta logro tener algo de risa. Pero también tengo una botella a la que abrazo y una receta falsificada.

Nada me queda después de haber yo solo arrojado mi corazón a la basura, y junto a él se fue mi razón y mi cordura. Junto a él se fue mi fe en el mundo y ahora nada tengo, sólo mis manos rojas y un horizonte nevado.

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