Pero te quise

Author: Gabriela Clayton /

Algo para terminar el año, si visitan Ash Cities pueden ver el conteo de mis discos predilectos...

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Pero te quise

Por los días un suplicio, de quien ha de tocar el fuego sabiendo que se va a quemar, el del gladiador derrotado, moribundo y ensangrentado, el de alas negras y ojos de chacal. Por las noches un martirio, incisivas melodías amargas y una voz tristemente canadiense, montañas hechas de neblina, caballos en el cielo y un río hecho de nieve derretida. Por las madrugadas estaba el frío y el tormento, un sopor incalculable que me apretaba el pecho hasta no dejarme respirar y la navaja ensangrentada entre mis dedos, traviesos y siniestros. Era todo rojo, tan rojo que me dejaba ciego. Mis maldiciones al cielo no fueron suficientemente fuertes y caminaba por el nirvana para siempre regresar. Mi alma por la boca se escurría y por mis venas la vida se fugaba. Nunca se terminó de fugar.

Abrir los ojos era un castigo, yo era la víctima más terrible, la que simplemente no puede morir y aquí se ha de quedar. Por los días era todo bruma, por las noches esperanza obscura al pensar que esa luna se pintaría escarlata y que el cielo lloraría.

Pero nunca lloraba por mí, sólo lo miraba desplomarse por alguien más. Y el cuerpo cansado, la vida rota y los ojos nublados no me permitían seguir, pero seguía porque no había más opción.

Un trozo de mí tirado en vano y pisoteado, terrible y desesperado, muriendo enterrado en vida y arañando su ataúd de clavos de oro. Pudriéndose y apestando a tristeza, simplemente no lo pude salvar.

Mutilado pues, seguí caminando por inercia, cojeando y tropezando, cada vez rompiéndome más huesos, cada vez muriendo un poco... y un poco más, hasta caer (casi) muerto.

Y maldije todas esas veces y gritaba otras tantas, pidiendo que el dolor por fin se esfumara, pero se quedaba y se quedaba, se enterraba en mis músculos, en mi piel y en mi muy maltratado corazón, y se anidaba y ahí se quedaría, ahí sigue habitando, pero me he acostumbrado a su compañía.

Padecí lo indecible y al borde de la muerte tus ojos negros seguían tendiendo algo de valor, y tu sonrisa, malvada ya para ese entonces, aun lograba iluminarme la mirada.

Sufrí porque te quise mal, pero te quise.

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Siento

Author: Gabriela Clayton /

Siento


Siento arder la sangre y me duele cada artería. Siento la nausea trepando mi garganta y las lágrimas traicionarme como cada noche. Siento la vida irse, el frío en mi espalda y la tristeza atascada. Siento es hastío en mis entrañas y vomito sangre, veo la sangre y sabe a sangre. Siento el corazón magullado y roto, siento los pies desquebrajados y mis manos cansadas, siento el metal... adentro.

Siento la mirada azul, y siento la mañana inútil, las estaciones que se estancan... en mí, los años que nada cambian y se llevan todo. Siento las notas golpeando mi cabeza y taladrando, machacantes. Siento el aroma tibio de un regazo olvidado y siento unas manos descarnadas estrangulándome en medio del estupor invernal.

Siento el alma hecha un nudo y la razón hecha un cascajo, siento la cordura acobardada como un niño qué no entiende lo que pasa. Siento cada día entre fuego cruzado y siento la bala perdida en mi cráneo. Siento la yugular destrozada, luego la sangre manchando, luego los ojos en nada.

Siento el olvido clavado en pies y manos, la cruz que me ha roto los brazos, la corona espinada que lentamente me arranca la piel, la lanza en un costado y al final una lluvia con truenos, que todo ha de limpiar.

Siento el dolor y la angustia, siento el entumecimiento eterno y las visiones de un paraíso. Siento el sofoco y la desesperación, siento una luz, siento el temor.

Siento la indiferencia (que mata) y tu sonrisa aun maldita, tu mirada de Anubis, tu juicio final, tu cruel guadaña rompiendo mi columna vertebral.

Y a pesar de todo... aun siento.

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Ni una lágrima

Author: Gabriela Clayton /

Hace mucho que no posteaba!

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Ni una lágrima

Ni una lágrima te voy a llorar, ni un error de mi ingenuo actuar haré a tu nombre, no serás acreedor a ninguno de los tontos sacrificios a los que estoy acostumbrado, ni una gota de sangre correrá por tu causa, ni una plegaria elevaré invocando tu presencia.

No cometeré las mismas estupideces que ya he cometido tantas veces. No es que no lo merezcas, no es que seas el peor de todos ellos, es más, creo que es la más sabia decisión que he hecho en mi corta y accidentada vida, es sólo que estoy cansado de dar la vuelta y agachar la mirada, de tragarme mi orgullo, de perder la dignidad, estoy cansado de que me pisen y me maten tantas veces, casando pues... estoy.

Ni una lágrima, ni un intento sombrío, ni un suspiro callado. Sólo me resta mirarte y sonreírte, que después de todo es lo más que ambos intercambiaremos.

Me he perdonado

Author: Gabriela Clayton /

No he podido escribir y así porque ahora soy persona de provecho y ya trabajo, jaja, pero los fines de semana me daré mi tiempo...

Reflexiones baratas:

Me he perdonado

Christian, en Moulin Rouge dijo que lo más grande que aprenderás es “amar y ser amado”, yo digo que es simplemente amar.

Porque he comprendido que amar es desear la felicidad del ser amado, sin importar que sea a tú lado o no, amar es velar sus sueños, sin importar si tu habitas en ellos. Amar es unilateral. Amar es llorar pero sonreír, porque esa otra persona sonríe.

Que ciego he sido en desear que me beses cuando me conformo con ser un hombro para que llores, un tonto soy por soñar que me tomas de la mano cuando siempre me abrazaste para no dejarme caer. Tenía más de lo que pedí y ahora perdí todo en una sola noche.

Pero después del reguero sólo queda limpiar el desastre. Y te amo, y te deseo lo mejor.

He aprendido, a base de madrazos, uno más fuerte que el anterior, que si te amo como digo hacerlo sólo puedo desearte buena suerte, he aprendido porque tú mismo me diste uno de esos madrazos que si te quiero aunque sea una pizca debo comprenderte. Y te comprendo.

No te perdono, porque no hay nada por ser perdonado. Yo me he perdonado; me he perdonado.

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Me he enamorado

Author: Gabriela Clayton /

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Me he enamorado, tan sólo dos veces pero tan juntas y tan unidas que no sé distinguirlas, y no sé separarlas. Me he enamorado, tan sólo dos veces y ambas tan diferentes y contradictorias que me cuesta trabajo entenderme. Tan opuestas que puedo enumerar sus diferencias con facilidad y hacer una lista de los puntos en común que no tardaría en acabar.

La primera de un Anubis vacío de ojos azabache y cabello de ceniza, la segunda de un ángel cobarde que alguna vez empuñó una espada para defenderme y después simplemente la clavó en mi pecho. La primera tan absurda, la segunda tan anunciada, la primera tan desastrosa, la segunda un tanto más tierna, la primera un enredo, la segunda con trágico final, la primera dolorosa a cada día, la segunda un terrible destello de dolor que se apagó rápido, la primera obstinada, la segunda contenida, la primera de sus ojos, la segunda de su alma, la primera de su boca, la segunda de su noble corazón, la primera en sangre derramada, la segunda en sanación, la primera en gritos a oídos sordos, la segunda con sabor a polvo.

Sin embargo, en ambas el final ha sido el mismo y he comprendido que enamorarme me hace daño y me enloquece. He comprendido que es ese poder sobrehumano que no soy capaz de comprender ni de manejar. Me he enamora, sí... tan sólo dos veces.

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Nunca he recibido flores

Author: Gabriela Clayton /

Hace poco leía en otro blog lejos de este a alguien expresar lo bien que se siente cuando te dan flores, y quise estar de acuerdo, pero la verdad es que nunca he recibido flores.

Suelo asociar el hecho de dar flores con los muertos, aunque me parece ridículo llevarle flores a alguien que ya no puede apreciar el gesto, sin embargo el acto de mostrar los respetos a alguien que se marchó es una imagen triste y bella, y si eso implica llevar flores; que la tradición se siga llevando a cabo.

Mis flores favoritas son los tulipanes blancos, son muy estéticos, líneas limpias, largos, delgados, no sé... incluso los puedo llamar “luminosos”, es una flor cara, no muy rara, que viajó de Turquía a los Países Bajos. Y ¿por qué blanco?, precisamente por ese limpieza visual.

Supongo que recibir flores, en el sentido romántico de pareja, aunque sea un cliché debe sentirse reconfortante, después de todo es el tradicionalismo más común y no puedo creer que de hecho me gustaría recibir, si no es un tulipán, al menos una flor de calabaza, jaja, ya sea de algún galancete o de un amigo. Aunque recibo otra clase de regalos que también aprecio muchísimo, la sola compañía de los seres queridos es un presente por sí solo.

Hay muchas canciones que me gustan relacionadas con flores, una de ellas “Perfume de Gardenias”, con cualquiera de sus intérpretes. Las flores en general poseen un espíritu de misticismo, de seducción, la muestra es la canción antes mencionada, creo que ahí radica su encanto, en esa sensualidad... o algo por el estilo.

Me puse a divagar sobre esto porque me di cuenta que nunca he recibido flores.

P.D.: Acabo de recordar que alguna vez recibí una rosa de un ex amigo otrora ex novio y también un girasol de un profesor, supongo que no cuentan, o no al menos el girasol... pff, que ñoñez recibir flores de un profesor.

5:06 p. m.

Author: Gabriela Clayton /

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Y te he llorado. Y te he llorado más de lo que mereces, te he llorado hasta sentir el alma hecha pedazos, te he llorado en un sinsentido y sin final. Y te he llorado a pesar de que la indiferencia mata y la compasión falta.

Pero has cortado en dos ese músculo ensangrentado que llamamos corazón y que porto en un pecho que debería estar vacío; en dos y de un solo y certero espadazo. Pero te has llevado lo poco que quedaba de humanidad en el cascajo viejo que llamo cuerpo, arrancaste con saña la luz de mi mirada hoy muerta.

A pesar de todo, te he llorado. Y te pido que me dejes ser el villano de esta historia, que para mí es más fácil lidiar con la maldad que con el dolor. Te he llorado todo un verano y te seguiré llorando durante el invierno. Porque ahora he comprendido que hay que llorar lo suficiente para luego dejar de hacerlo, y secar los ojos y apartar el desconsuelo.

Te he llorado en cada cana nueva que pinta mi cabello, y también en cada kilómetro marcado en el tablero de mi auto, te he llorado junto al mar y a las faldas de un cerro, te he llorado ahogado en vodka y en completa sobriedad, te he llorado en el deseo iracundo de volver a tomar la hoja de afeitar y en el costoso trabajo de no hacerlo, te he llorado en palabras, en notas y en sinfonías rotas, te he llorado en calles llenas de gente y en desiertos inundados por perenne soledad, te he llorado en angustiantes noches sin conciliar el sueño y en días tan obscuros como largos, te he llorado en los recuerdos que aún conservo a pesar del daño ya causado, te he llorado en hierro y sal, sí... te he llorado.

Y te he llorado más de lo que mereces, pero por favor, siendo yo el malo de esta historia mis lágrimas se convierten en menos vergonzosas.

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1:57 a. m.

Author: Gabriela Clayton /

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¿Y para qué llorar?, y para qué desgastarme cada noche, para qué destruirme la garganta, para qué gritar con desconsuelo a una noche sorda. ¿Para qué llorar?, si el ejercicio de las lágrimas me parece tan poco ya, y el frío de un piso prístino ya no es suficiente albergue para hacerme un ovillo. ¿Para qué llorar?, si lástima ni compasión puedo despertar en nadie, ni un solo atisbo de dignidad renace cuando las lágrimas se funden con la sangre.

¿Y para qué llorar?, si ninguna de mis lágrimas significan pasos que has de dar en dirección a mí, ni ninguno de mis ruegos son señales de humo que has de ver. Ninguno de mis rezos los hago con fe, ni ninguno de mis deseos es el primero de tres. ¿Para qué llorar?, si con llorar no arreglo los errores de mi vida, ni enmiendo todo el daño que he causado... que te he causado.

¿Y para qué llorar?, si a pesar de las palizas que la vida me ha dado me sigue pareciendo ridículo seguir con esto, y seguir aquí, a pesar de las caídas y los golpes, a pesar de las heridas, todo me sigue pareciendo igual, y si acaso algo es diferente es la dimensión de un dolor que sigo teniendo atascado en el corazón. ¿Para qué llorar?, si con llorar no puedo coser con hilo y aguja mi cielo destrozado, si con llorar no puedo pegar con resistol una vida –la mía- que yo solo hice añicos, si con llorar no puedo arrepentirme de cosas que ya hice, si con llorar no suelto el vodka y no se aleja la tristeza. ¿Para qué llorar?, si de todos modos ya perdí mi oportunidad contigo, ya perdí mi oportunidad de vida, ya perdí eso poco que quedaba. Era nada.

¿Y para qué llorar?, pues las lágrimas no alivian el dolor y no destierran el deseo de morir, las lágrimas no curan, ni sanan. ¿Para qué llorar?, y de todos modos no puedo dejar de hacerlo.

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Sin Título

Author: Gabriela Clayton /

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Tengo las manos rojas y las líneas de un horizonte nevado preparadas para el amanecer. Un cuchillo al fuego para quemar los tatuajes de un pasado convicto. Y no me arrepiento de haber escupido verdades con aroma a vodka y tristeza. Tonto he sido al haber aterrizado un cariño infame en el corazón azul lejano de un Anubis vacío. Y ahora lo soy más por haber creído en un ángel cobarde y haberle vendido mi alma.

Qué me queda después de haber muerto de tantas formas diferentes, pero al final... todas ellas muerte. Qué me queda sin alma y orgullo, ni nada más que vender. Qué me queda después de hundirme en tus ojos café... ahogarme y rogando para que me salves, sabiendo que no lo harás.

No queda nada. Ni un camino hacía el nirvana, ni una esperanza remendada, ni un cielo roto que parece caer. Nada, un espacio infinitamente blanco, y mis manos rojas.

Tengo los surcos de una rabia desesperada cruzando mis brazos y, qué demonios, mi corazón también. Y me dan miedo y me recuerdan la peor de mis debilidades, el peor de mis momentos, el peor de mis amores, la peor de las vidas sobre esta tierra: la mía.

Tengo flores marchitas en un florero viejo y roto, y tengo ganas de correr a tu casa y zarandearte hasta hacerte entender... que no quiero odiarte, y no quiero tampoco perderte. Y mis deseos me consumen y las salidas se acaban. Pienso en morir por última vez, o vivir atado a un sueño de polvo blanco. Cualquiera de las dos terminará por desaparecerme, que de todos modos es lo que verdaderamente quiero.

Porque tengo una varita de sauco, una capa invisible y una piedra que revive a los muertos, pero no te tengo a ti. Tengo boletos para viajar al infierno, y tengo una fotografía blanco y negro, tengo un pedazo de Madrid junto a mi cama, tengo retazos de oro y plata. Pero nada tengo entre las manos.

Se me escapa como aire, y se me escapa el aire. Calles empedradas en picada y paisajes en postales, una tarde soleada y las mujeres que temprano van por la leche, niños corriendo, aves volando en secuencia, y una casa de cuento de hadas. Nada ha existido ni aquí ni en mi mente.

Tengo música, y hasta logro tener algo de risa. Pero también tengo una botella a la que abrazo y una receta falsificada.

Nada me queda después de haber yo solo arrojado mi corazón a la basura, y junto a él se fue mi razón y mi cordura. Junto a él se fue mi fe en el mundo y ahora nada tengo, sólo mis manos rojas y un horizonte nevado.

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En el DF

Author: Gabriela Clayton /

Estoy en el DF, y la urbanidad de esta maravillosa y contrastante ciudad me hizo escribir esto...

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Paro al corazón.


Por qué mi pulso se acelera sólo al pensar en ti, por qué las entrañas parecen querer escapar por mi boca sólo al imaginarme un encuentro –imaginario-, por qué las mariposas regresan a mi estómago volando con intempestivo ardor al sólo recordar tus ojos.

¿Por qué?, es la pregunta, por qué si mi corazón a cada día y cada hora, a cada minuto, a cada suspiro deja de latir, y se muere, y se detiene. ¿Por qué?, por qué si me has dejado en claro que nada entre los dos puede haber, por qué si en el preciso instante en que dijiste ‘no’ mi muerte dio comienzo.

Y los grillos cantan y las patrullas de la ciudad me despiertan con sus sirenas, y las noches son largas y los días obscuros, y las calles llenas de gente son ajenas. Y el tiempo se me escurre de las manos y los golpes me siguen machacando. Sangrando. Sangrando por la boca.

La muerte lenta no perdona, mis rodillas rotas y mis ojos cansados no pueden más. Dicen basta con febril fervor, dicen basta hasta el hastío. ¿Por qué?, por qué si nada de esto ha valido la pena, por qué si he fallado una y otra vez, por qué si aun tengo vida me siento muerto.

¿Por qué?

Por qué mis manos son rojas y mi suelo inmaculadamente blanco, por qué el futuro parece inalcanzable y el presente sólo bruma, por qué los niños corren y ríen mientras yo no encuentro hora para llorar y desangrarme. Desangrarme hasta la muerte. Desangrarme por la boca.

Frío y áspero destierro acompasado y lento, muy austero. Y recuerdos que como hojas caen al suelo, un cielo gris me recuerda el sabor amargo de la ausencia, y el olvido inevitable. La ruptura de la historia, unas nubes desquebrajadas anuncian lluvia, y veo la lluvia, y veo el pavimento mojándose y todo me parece triste.

Por qué añoro algo que fue mío y yo mismo dejé escapar, por qué lloro por un intento fallido incluso cuando yo sabía que iba a fracasar, por qué me canso intentando, por qué el dolor me sigue magullando el corazón.

Y poco a poco muero, y poco a poco la sangre que por mi boca se derrama me ha hundido y tan sólo espero un paro al corazón.

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Mazatlán 2008

Author: Gabriela Clayton /

Así es, me fui unos días a Mazatlán, me la pasé muy bien, me divertí mucho pero siendo yo también tuve mis momentos taciturnos y escribí 2 cosillas. Ah, sí, el objeto inspirador de todo esto ya no es quienes ustedes recuerdan, es otro que de todos modos no va a ser para mi, jiji =(

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Dios bendiga el mar

Dios bendiga el preciso momento en el que me derrumbé, aquel en que mis manos debieron haberse hecho pedazos contra la pared, aquel en el que me desangré en palabras y tú no, Dios bendiga los campos amarillos y las nubes de tormenta, Dios bendiga tu mesura y tu humor, Dios bendiga la noche y los días, Dios bendiga la velada en la que morí, Dios bendiga al trueno y su estruendo, Dios bendiga las luces en el firmamento y la furia de las olas, Dios bendiga el reflejo de las nubes en el parabrisas de mi auto, Dios bendiga la llamada en la que pude haber muerto. Dios bendiga tu sonrisa, Dios bendiga el mar.

Dios bendiga los insectos sobre el lago, Dios bendiga las cicatrices en mis manos, Dios bendiga incluso a ese que me arrancó el corazón de tajo, Dios bendiga las aves rotas y el dulce estupor del verano, Dios bendiga mis alas fracturadas y la obscuridad en la que me desangré, Dios bendiga tu tierna ingenuidad, Dios bendiga mi soberbia impertinente, Dios bendiga el momento, el justo momento en que nuestros egos hicieron colisión, Dios bendiga la sangre que de mis palabras brotó, Dios bendiga tus palabras sobrias, Dios bendiga las lágrimas y las risas, la música y el silbido del océano. Dios bendiga tu sonrisa, Dios bendiga el mar.

Dios bendiga la tinta que derramo, Dios bendiga las travesuras de los niños y las calles de Toronto y la nieve en Quebec, Dios bendiga la desgarrada voz de Jonsí y la guitarra de Sufjan, Dios bendiga la luna llena roja y el conejo en ella ensangrentado, Dios bendiga tus ojos chocolate, Dios bendiga tu firme perspectiva, Dios bendiga tu temor, Dios bendiga mis intentos de dejar esto para siempre, Dios bendiga el hecho de que siempre estuviste ahí, Dios bendiga el lodo en el que me hundí, y mis piernas rotas y mis tres caídas, Dios bendiga las quemaduras de mis pies. Dios bendiga tu sonrisa, Dios bendiga el mar.

Dios bendiga estas hojas, Dios bendiga mis palabras (torpe prosa), Dios bendiga el tiempo y el espacio, Dios bendiga mis pantalones de mezclilla, dios bendiga tu gabardina negra, Dios bendiga tu silencioso caminar, Dios bendiga las horas y los suspiros, Dios bendiga el sabor salado de las lágrimas y el olor a hierro de la sangre, Dios bendiga la miel y el canto de gorriones, Dios bendiga el aleteo del murciélago, Dios bendiga las tardes de enero y el despertar en invierno, Dios bendiga la maldita muerte, Dios bendiga el sofoco y la desesperación, Dios bendiga el miedo de los hombres y el negro de sus corazones, Dios bendiga a los que se fueron, Dios bendiga la soga, las pastillas, el cuchillo, el agua y las vías del tren, Dios bendiga a los suicidas. Dios bendiga tu sonrisa, Dios bendiga el mar.

Dios bendiga al Anubis que con ojos carbón sin vida puso en la balanza mi corazón, y mi razón y mi cordura, Dios bendiga tu mano que nunca me dejó caer, Dios bendiga tu arrebato sobreprotector, Dios bendiga cada nota y cada beat, Dios bendiga el alcohol y mi desorientación, Dios bendiga la distancia, el silencio y el hambre, Dios bendiga los días nublados y la lluvia fina que corta la piel, Dios bendiga el arcoíris tan raro como siempre fascinante, Dios bendiga los mitos y los cuentos, los castillos de arena que con el viento se derrumban, Dios bendiga mis pisadas y las tuyas. Dios bendiga tu sonrisa, Dios bendiga el mar.

Dios bendiga la línea del horizonte y la penumbra de las madrugadas, Dios bendiga la luz, Dios bendiga las torretas de electricidad, y sus cables, y su pauta, Dios bendiga tu voz y tus chistes, Dios bendiga a los serafines con incienso, Dios bendiga sus tres pares de alas, Dios bendiga todas las veces que he perdido, Dios bendiga las veces que –nunca- he ganado, Dios bendiga las veces que lo he intentado, Dios bendiga las veces que he fracasado, Dios bendiga las luces ámbar y rojas, Dios bendiga los semáforos en verde, Dios bendiga el camino a tu casa y a tus raíces, Dios bendiga Madrid. Dios bendiga tu sonrisa, Dios bendiga el mar.

Dios bendiga al albatros, Dios bendiga el maleable metal, Dios bendiga mis huellas ferrosas, Dios bendiga el escarlata, Dios bendiga la sal, el limón y el tequila, Dios bendiga el fuerte vodka, Dios bendiga la espuma de la cerveza y su amargo sabor, Dios bendiga a los adictos, Dios bendiga la inmensidad, Dios bendiga los pequeños detalles que pasamos por alto, Dios bendiga la brevedad minúscula pero hermosa, Dios bendiga mi epitafio, Dios bendiga el adiós. Dios bendiga tu sonrisa, Dios bendiga el mar.

Dios bendiga el hecho de que jamás nos veremos nuevamente, Dios bendiga la distancia que ninguno de los dos recorrerá, Dios bendiga el espacio en blanco entre nuestros nombres, Dios bendiga el olvido y el azar, Dios bendiga tu camino, Dios bendiga a aquel que me ha de ganar –tu corazón-, Dios bendiga las veces que nos reímos, Dios bendiga las veces que me levantaste, Dios bendiga que hayas sido suficientemente inteligente como para rechazarme, Dios bendiga la vieja historia de mi vida, Dios bendiga mi ceguera y mi necedad, terca necedad, Dios bendiga las llamas de infierno que sin él no seríamos buenos, Dios bendiga tu corazón sincero y noble, Dios bendiga incluso mi corazón arrogante y torpe. Dios bendiga tu sonrisa, Dios bendiga el mar.

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¿En qué piensas?

¿En qué piensas cuando un ave tiene que morir?

¿En qué piensas cuando las flores nacen en forma de botón?

¿En qué piensas cuando te digo que te quiero?

¿En qué piensas cuando la luna se encuentra roja?

¿En qué piensas cuando la nieve cae lejos de aquí?

¿En qué piensas cuando me humillo frente a ti?

¿En qué piensas cuando la tristeza es más grande que la fe?

¿En qué piensas cuando los cuervos arrancan ojos?

¿En qué piensas cuando sólo quiero besar tus labios y tomarte de la mano?

¿En qué piensas cuando el viento erosiona todo a su paso?

¿En qué piensas cuando el tiempo parece detenerse?

¿En qué piensas...?

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Las noches son lo más difícil

Author: Gabriela Clayton /

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Las noches son lo más difícil. Te atormentas, lloras y ríes, lloras mientras ríes. Lloras y ríes al mismo tiempo en un sinsentido. Estiras los brazos esperando que alguien te atrape en tu caída libre.

Ese maldito olor a hierro, ferroso que corta el interior de la nariz está de nuevo manchando tus brazos, y tu suelo... tan blanco. La carta final ha cambiado tantas veces que terminas por escribir simplemente “gracias” y firmas siempre del mismo modo, con una cara sonriente. Esperas a que el frío recorra tu espalda y quieres vomitar tu alma, te retuerces en el suelo, pero peor castigo es para ti seguir de este lado. Una vez más has fallado.

Un súbito suspiro te despierta y el reguero te envuelve, marrón y pegajoso, un desorden que tienes que limpiar porque te has jurado no hacer de esto un escándalo, simplemente deseas desaparecer, y en tu egoísmo, dejar de pensar en lo que pasará después. En la locura y el desconsuelo, en las lágrimas que crees no merecer. Después de todo, si ha sido tu decisión ellos deberían sentirse felices de que has encontrado la libertad.

Duele pero te repites como mantra que “¿qué es un último dolor antes de dejar de sentirlo para siempre?”, y sientes el metal por debajo de la piel, y sientes la sangre escurrirte y de pronto crees que sangras por las manos, por la boca y por los ojos, pues sólo alcanzas a ver el rojo de tu propia ceguera. En donde sólo ves a un Anubis cruel y un ángel cobarde, en donde sólo ves fracaso que piensas inminente. No hay luz.

El apocalipsis resuena “on repeat”, tu teatral desenlace sólo puede ser acompañado por un puñado de canadienses renegados. Una y otra vez las guitarras y los cellos de Godspeed You! Black Emperor te hacen trizas, por fuera te destazan, por dentro te confortan. Y sientes frío y un poco de miedo, abres los ojos hasta que las figuras no sean más que manchas y esperas, ingenuo, que por fin sea el día.

Pero no... te han castigado otra vez, te quedas de este lado.

Piensas, insensato, que algo ha de estar deparado para ti y que por eso te han dejado en el lugar en donde estás, pero al día siguiente tan brillante pensamiento es penumbra nuevamente.

Luego ríes del modo imprudente en el que deseas morir.

Luego lo intentas otra vez. Y te aferras a tu hoja de afeitar.

A veces te avergüenzan las marcas que solo te has provocado, a veces te yergues orondo y las presumes como heridas de guerra, y ni tú mismo te entiendes.

Tus alas de cera se han derretido, Ícaro defectuoso que quiso alcanzar al sol, y te caes de bruces al suelo y ni las manos metes, ahí te quedas. Esperando... esperando.

Sueñas, entre pesadillas y alguno que otro pensamiento dulce, puedes dormir. Porque dormir es lo más parecido que existe a la muerte.

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dupla

Author: Gabriela Clayton /

Dos escritos chafas, el primero algo contradictorio en sí mismo, el segundo es más un relato...

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Es que no te puedo ver, no te quiero ver. Aléjate. Déjame.

Es que no te puedo sonreír, no cuando has sido tú quien ha borrado la expresión de mi rostro.

No me toques, no me hables, no me mires. Ya no te puedo ver.

Estoy cansado de fracasar, debo comenzar de nuevo... lejos de aquí, lejos de ti. Ya cometí demasiados errores, ya me hundí, ya me ahogué. Ya morí. Quiero descansar en paz.

Ni tú al que había elegido para salvarme, ni aquel que destruyó mi vida por completo, ninguno de los dos dejan que finalmente pueda dormir.

No hay segundas oportunidades, sólo una línea difusa que no sé si continuar dibujando, que tantas veces he pretendido abandonar. No se renace, no se reinicia, se vive con los lastres lo que dure este viaje. Mis equipaje ya pesa demasiado cuando tan sólo he dado un par de pasos.

Mis piernas están rotas, y la dignidad me prohíbe seguir arrastrándome. Ya no más. Porque estoy cansado de perder y sangrar, estoy cansado de sentirme postrado en una cama recuperándome de heridas inútiles de guerras inútiles. Estoy cansado...

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Abrir los ojos, pararse de golpe hasta recibir un madrazo de sangre en la cabeza y marearse. Incorporarse, descalzo sentir la humedad del suelo, algo pegajoso y con un fuerte olor a hierro. La boca también me sabe a metal, siento entumecidas las manos... la piel está reseca, algo tiesa. Mis ojos abiertos... y a pesar de todo no veo nada. Me muevo con torpeza, tropiezo, las piernas me fallan y la fuerza me abandona. Camino a tientas, cayendo, escucho crujir algo, probablemente mi rodilla que una vez más se ha impactado contra el suelo. No puedo respirar pero un maldito instinto humano me hace querer seguir, sobrevivir aunque ordeno a mi subconsciente que deje de luchar. No siento nada, sólo un zumbido en mi oído y mi tabique nasal atrofiado. No siento nada, excepto angustia. Entre seguir luchando y luchar para dejar de hacerlo, el alma se me carcome. Con el tacto, maltrecho y maltratado encuentro un interruptor y la luz me deja ciego, más de lo que ya estaba. Miro mis manos, completamente marrón, el olor a hierro me ha seguido... miro hacia atrás y mis pies han dejado huellas impresas en miel escarlata. No sé de dónde proviene el reguero; miro mis manos otra vez como si en ellas estuviera la respuesta, en ellas está la respuesta, ahora no brota nada de ellas, pero mis pálidos brazos están cubiertos por sangre, mi propia sangre y al ver las largas heridas comprendo que ha pasado. Me miro en el espejo, decepcionado, mi expresión es cansada, no triste, no enojada, sólo y simplemente cansada. Tengo la cara un poco sucia, y sonrío al verme. Qué tonto fui, si todo me ha salido mal, ¿cómo pretendía que esto, precisamente esto me saliera bien?. Y me quedé... una vez más, ahí, parado mirando mi deshecho semblante.

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¿Doy tanto miedo?

Author: Gabriela Clayton /

¿Doy tanto miedo?, ¿soy tan aterradoramente complicado?, no lo creo... si yo no lo creo tú no deberías creerlo. Porque no es así.

Tal vez es error mío querer cargarte mis problemas, que son muchos, que tú mejor que nadie los conoce, y eso, quizá, es lo que te da tanto miedo. Que de un momento a otro puedo desear morir o puedo desear huir o puedo desear quedarme, nunca se sabe lo que voy a querer.

Quiero comprenderte y te comprendo.

Porque yo miraré a otro, aquel hombre hecho de papel y carboncillo y diré en voz alta “adoro cuando me sonríe”, porque observaré a ese Anubis que me arrancó el corazón y lo puso en la balanza y seguiré pensado “es condenadamente hermoso”.

Y quería que me salvaras, pero no puedo obligar a nadie a aventarse a ese precipicio. A nadie. Simplemente no tengo salvación.

He de morir cada noche, he de revivir cada mañana y luego continuar con esto que me parece ridículo.

Yo buscaba un muro maravilloso en el cual recargarme, porque Dios sabe lo cansado que ha sido esto para mí. Y aun no lo encuentro... ni en ti ni en nadie. A pesar de que he tenido las piernas rotas por mucho tiempo y frente a tus ojos. A pesar de que mi rótula salta por entre la piel y sólo deja un rastro de sangre. No lo puedes entender... ya no puedo caminar.

¿Doy tanto miedo?, entonces creo que no eres lo suficientemente valiente como para haberte elegido. Elegí mal una vez más.

¿Doy tanto miedo?, ¿de verdad sólo alguien genuinamente arriesgado o suficientemente tonto querrá lidiar con esto que soy yo?

¿Soy tan difícil?

No es real

Author: Gabriela Clayton /

No es real

¿No reza mi poeta del Ontario que fueron dos años para que alguien ganara su corazón y tan sólo dos palabras para romperlo?

Siempre me había parecido sorprendentemente triste y hermosa aquella imagen. Ahora no sólo eso, ahora lo comprendo.

No fueron dos años, fueron cinco, y cuando quise ser yo el que diera el paso, con una simple palabra, una sola, una nada más, me hicieron tropezar, y romperme la cara, y fracturarme los huesos, desgarrarme los músculos y morir en una sola noche.

Llorar, querer golpearlo en la cara... y tuvo el descaro de decirme que si eso me hacía feliz, que lo hiciera. Quería besarlo y golpearlo, ambas cosas a la vez. Él sabía que me hubiera feliz aquella noche, no golpearlo... ni besarlo, sólo quería que me salvara.

He navegado en intranquilidad por mucho tiempo, desde que conocí a aquel demonio de ojos negros, y la única persona que yo pensé que podría por fin brindarme cielo despejado no tuvo la capacidad para hacerlo.

Porque no se qué me pasa que mi puntería siempre falla. No es real que esto me esté pasando a estas alturas, después de todo un caos sin sentido de sufrimiento inmerecido que padecí... porque así de grande lo sigo viendo a la distancia. Porque creí que mi corazón, un músculo ensangrentado, había comenzado a sanar...

...y lo hirieron otra vez.

Sin título

Author: Gabriela Clayton /

Para el fin de semana mi cuerpo está suficientemente mutilado como para morir. Como para esperar a desangrarse. Miro con insistencia el celular, una llamada que me salve no va a llegar; la cuerda pende del madero, esperando por mi cuello. La culpa no es de nadie, soy yo el que nunca asistió a clases y jamás se preparó para una entrevista de trabajo, soy yo el que sueña con un futuro inalcanzable, prometedor. Soy yo el que solo, solito se hundió en el cielo.

Para el fin de semana mi espalda está tan encorvada de cargar con tanto peso que mi frente toca el suelo, y como lodo, muerdo polvo. Miro con insistencia el frío metal, la navaja fue hecha para matarme, para ayudar a desangrarme. La cuerda está lista, la asfixia me asusta, la agonía me muerde las uñas, los párpados me pesan, tengo sueño. Es hora de dormir.

Morrissey sigue insistente en la cajuela de mi auto, como un muerto que he guardado ahí desde hace años que pide ser liberado, putrefacto. Insiste en que yo lo he matado. A todos no han matado querido Moz.

Luego me sacudo la mugre, pero ya estoy ensangrentado. Ya no se limpia. Mi boca tiene rabia roja, mis ojos se dilatan sin vida, totalmente muertos, ante un monitor de computadora inmune y azul. Sobre todo azul.

Juego a que puedo, pero es un juego que estoy destinado a perder. Sueño a que puede ser, pero es un sueño y nada más, es humo que trato de atrapar, y abrazar, y aferrarme a él para no caer al suelo.

Un día te veo, y me llamas, y me trastornas. Tú estás loco, no me conduzcas a tu mundo de locura; tu llamada no va a llegar. Maldito loco, hace tiempo que provocaste una de esas tantas heridas que hoy siguen sangrando, sí... maldito loco.

Qué más quisiera que no tener tantas deudas, saldado todo sería un camino más tranquilo, pero al menos me queda el desvergonzado consuelo que entre otras cosas... dejo mis deudas atrás. Material, frío metal que me cobija todos los días, en tono ónix tu corazón aceleró el mío. Un beso. Y una ópera prima tan fallida como descabellada, tan mala como intima y personal. Un logro y mi último fracaso.

Camino, el cielo nublado nos golpea y descalabra con granizo, miro a ambos lados, pido que valúen lo poco que me queda... es menos de lo que esperaba, la verdad. Luego cruzo calles y espero semáforos en verde, el olor a medicina me hace entrar y compro todo lo que necesito por 5 pesos... no necesito más; me atienden sin saber que esos 5 pesos son todo lo que necesito.

Como MSTRKRFT sigue siento mi hit

Author: Gabriela Clayton /

Mi gran regreso a este blog!

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Como MSTRKRFT sigue siento mi hit

Para el Festival Colmena tenía unas expectativas muy altas, no sólo porque tocaba Sigur Rós, sino por todo lo que nos prometieron. Lo consideraba desde antes “el mejor concierto de mi vida”

Este breve texto es “como MSTRKRFT sigue siento mi hit” o bien, “como una reseña del Colmena se convierte en una alabanza a MSTRKRFT”

¿Por qué?, friego mucho con el dueto canadiense lo sé. Pero he aquí la razón:

El Sonofilia, otro evento con millones de fallas era hasta entonces en general una experiencia de esas que me traumatizaron, disfruté a Björk, claro que lo hice... pero cuando MSTRKRFT salió a escena fue una experiencia inolvidable, de un buen modo al contrario del resto del evento, nunca antes había disfrutado tanto bailar durante hora y media, nunca antes una banda a la que conocía medianamente se convirtió en mi ejemplo a seguir como pseudo DJ que intento ser (Nikolai Tesla), se convirtieron en mis gurús, vamos. Además, en el Sonofilia no sufrí a la salida lo que sufrí en el Colmena.

El Colmena es una muestra, una vez más, que México sólo hace festivales chidos con el respaldo de una malévola marca (llámese Corona, Coca Cola, Motorola o Malrboro... y mención aparte merece esta última marca cigarrera, el MX Beat es de lejos el mejor festival en nuestro país hoy en día).

Todo iba perfecto, incluso pude tolerar la salida una hora tarde de Auditorio Nacional, aunque qué pena, atrás de mi iba sentado un alemán, ya saben... de Alemania... el primer mundo... donde las cosas funcionan diferentes, y el hombre estaba indignado por el retraso, no me lo quiero imaginar a la salida.

Cuando vi Tepoztlán me alegré, era exacto como en las fotos que había visto, no como en el Sonofilia, en donde la barranca de Huentitán era una horrible polvadera (esto se lo atribuyo a las respectivas estaciones de año, pero aun así) y nada que ver con las fotos.

Lo primero que hice fue ir al baño y buscar comida (también souvenirs), así que estuve en mi lugar hasta que Natalia Lafourcade salió a escena, me sorprendió bastante, ya se dio cuenta que lo suyo es el pop y hace buen pop.

Luego Defanico no me sorprendió, al contrario de Los Cojolites que a pesar de lo burda de su crítica social me agradó su onda y no se les puede exigir la gran profundidad en ese aspecto, además verlos en ese entorno fue perfecto. Los Simplifiers otra banda que no pelé mucho. Juan Son... es como Porter pero más pretencioso y eso no es bueno, Los Dorados con su buen jazz, Chikita Violenta una basura como siempre y a los Childs ya los conocía, muy buenos.

Luego Andrew Bird, hay algo en su música que no termina de convencerme a pesar de que tiene muchas similitudes con Patrick Wolf y con el mejor músico sobre el planeta thankyouverymuch o sea, Owen Pallett alias Final Fantasy. No sé, pero de todos modos es muy bueno.

Finalmente Sigur Rós, no podía dejar de pensar “ya puedo morir en paz”, la piel se me enchinó, estaba a punto del llanto cuando... cuando... señalo a Orri y le digo a una amiga “¿por qué llora?”, luego se lo llevaron, luego las Amiina decían todo con sus rostros de preocupación y luego todos salieron.

Que le haya pasado a Orri... no lo sé, sólo espero que esté bien, no me quejo de eso, lo he dicho y lo vuelvo a repetir, los problemas de salud son cosas que no se controlan.

Lo que sí se puede controlar es una salida ordenada, cumplir una promesa (la del transporte) y conseguir que un evento salga lo mejor posible. Caminar durante 3 horas en la obscuridad y con el mal sabor de boca de un brevísimo y accidentado set por parte de la banda que todos íbamos a ver es algo que espero no repetir jamás en mi vida. Era una buena idea en teoría, pero en la práctica no funcionó.

Es una lástima, Sigur Rós no pudo desbancar a MSTRKRFT de “la banda que me voló la tapa de sesos”, ese título sigue siendo para el mega pachangón que se armó en Huentitán... todo pese al polvo.

I will back

Author: Gabriela Clayton /